Dreaming Walls - Inside the Chelsea Hotel
Documental 2023
Ver aqui: https://www.svtplay.se/video/8opadQ3/dreaming-walls-de-sista-gasterna-pa-chelsea-hotel?fbclid=IwAR1ykaBDQKfLe_Hpln3FpQOxfQ9huxaq2iByuMQW3A7RX7Hu9xhGaHnJ1NM
Hoy os traigo un documental. Desde los primeros noventa he sido fanático de los documentales, de hecho algunos pinitos hice en una vida anterior, he tenido webs sobre documentales... y me tragué todo lo posible. Ahora tengo menos tiempo y muchos me aburren un poco... pero de vez en cuando me entrego a un género que lleva viviendo unos años de esplendor.
De vez en cuando te encuentras un documental que transciende el contar buenas historias, porque ofrecen una mirada absolutamente subjetiva... pero sin perder la objetividad. Es el caso de este docu que descubrí ayer por casualidad en la tele sueca, que resultó ser una auténtica joyita.
Dreaming Walls muestra de una forma magistral y decadente la realidad del mítico hotel Chelsea de New York, que se creó como cooperativa y durante bastantes años fue un sitio absolutamente imprescindible para los artistas de todo el mundo. En sus habitaciones han vivido desde Tom Waits hasta Kerouak, Ginsberg, Nico, John Cale y un montón de pintores, escritores, fotógrafos y bailarines de todo pelaje. También muchos yonkis.
El hotel, en realidad un apartahotel, fue durante años un sitio asequible en Manhattan, en esa época decadente y peligrosa antes de la llegada de starbucks y apple stores y gente con mucha prisa y mucha pasta. Ese manhattan que recogía magistralmente Scorsese en "After Hours", una de las mejores películas de la historia para mi humilde entender.
El tema es que el hotel, claro, es un goloso edificio de 1600m2 en una zona ultrapremium, y tras mucho cambiar de manos pues acabó como objeto de inversión. Esto desembocó en una renovación eterna, miles de peleas con los auténticos habitantes artistas del mismo y la progresiva gentrificación del edificio. A muchos artistas les ofrecieron millonadas para marcharse, y a otros nada. Y otros prefieron quedarse en lo que ha sido su casa durante 30 años o más.
El documental no te cuenta nada, no se pone a darte moralina progre. Simplemente observa, escucha, y combina imágenes e historias de "los últimos originales" en un collage fascinante. La decandencia todo lo impregna, porque de esos pasillos llenos de vida y de fiestas y de arte, ahora quedan viejecitos muy cascados aferrándose a sus escasos metros cuadrados, a menudo con un horror vacui rayando en el hoarding terminal. Son vidas que se apagan en un edificio que se apaga en un mundo que se apaga o que ya se ha apagado.
Un mundo donde ser millonario, ser rico, tener un pisazo de varios millones, no importaba un carajo. Importaba qué hacías, cómo veías la vida. Un mundo donde el aparentar, si existía, era extremadamente creativo y no vacuidad narcisista extrema.
Salvo alguna conversación forzada entre una antigua bailarina, desplazándose ya con un tacataca, y un obrero... la película rezuma autenticidad. Además mete de una manera super certera imágenes de archivo de la vida de estos últimos náufragos a punto de ser engullidos por la gran ola inmobiliaria que todo lo mata. Y da mucha pena. En un momento se puede ver una pareja extremadamente trágica, frágil, que se quieren. Y las imágenes de ella cuando tenían una habitación en la azotea llena de plantas y animales. Bella, feliz, en calma. Las directoras te devuelven luego a un plano de ellos abrazados en la cama, el trágico final apenas pronunciado, pero omnipresente. En un momento dado el hombre se echa a llorar sobre su mujer y dice que tiene miedo de estar solo. Más tarde descubriremos que ha muerto. El docu no te lo cuenta, ni te lo explica, ni se ensaña. Simplemente te lo muestra.
La película me ha encantado por varias cosas. Una porque se limita a observar y no te da moralinas. La segunda porque transciende lo periodístico y logra ser una obra de arte en si misma, un homenaje al propio edificio y a las épocas gloriosas que terminan de forma menos gloriosa. Y tercero porque trata de un tema para mi muy cercano, que es ver la banalización de nuestras ciudades y el achicamiento de espacios a la cultura y el arte.
Lo que antes era un eje central en la vida de mi generación y otras generaciones anteriores, el descubrimiento de lo no factual y la transcendencia de la rutina, ahora sobrevive en los recovecos más escondidos. El arte y la cultura campó a sus anchas por el centro de las grandes ciudades que habían caído en el abandono más completo. NYC, Bruselas, Berlin, Madrid. Qué queda de eso ahora? Pues la mercantilización obscena de épocas y personas auténticas, que no vendían su alma por tener un pisito/imbersiohn con cocina con isla de mármol.
Prenzlauer Berg en Berlin ha pasado de ser el barrio más caótico, creativo y lleno de vida de toda Europa a un desfile de cafés sin personalidad donde hacen el mismo café latte que en el resto de Europa.
Dansaert en Bruselas pasó de las noches peligrosas y arte y música vanguardista en el Beursschouwburg o L'Archiduc a un barrio eunuco con ensaladas de chia y Poke Bowls tan insípidos como sus clientes.
Chueca y Malasaña pasaron de ser lugares de putas desdentadas, noctámbulos ebrios de literatura beat y música industrial como mi pandilla hasta una especie de disneylandia cutre de provincias.
El Chelsea Hotel pasó de escribir historia a ser una página en la historia, fijada en los google maps de todos los fetichistas y coleccionistas de vinilos y admiradores de Chet Baker, Jimi Hendrix o Andy Warhol. Se pasean por allí emocionados en sus vacaciones, intentando impregnarse de ese ambiente, para días más tardes volver a su pisito todo reformado, su vida tranquila y ordenada y totalmente esterilizada de peligro, vanguardia y creación.
Me ha encantao y a la vez me ha dejado un regusto amargo de la ostia.
9/10 HDLGP