The Zone of Interest
2024, Jonathan Glazer
7,4. Ese es el score que le dan a esta obra maestra en IMDB. Un lugar donde mierdas envueltas en papel de regalo como Inception tienen 8,8. Pero se entiende. La borregada no puede asimilar pelis con una complejidad sutil, y no la impostada basura que nos entrega Nolan una y otra vez.
La complejidad de La Zona de Interés es en realidad la complejidad del ser humano. Donde humanidad se combina con monstruosidad con pasmosa facilidad. El nazi Rudolf Höss, Comandante de Auschwitz, era un buen ejemplo de esta dicotomía tan nuestra, amén del protagonista de esta película.
Höss era un comandante de las SS, un arribista como todos ellos, que de forma diligente dirigía el campo de concentración/exterminio de Auschwitz. Es el personaje de Ralf Fiennes en La Lista de Schindler. Pero si mi amado Spielberg lo mostraba como un animal despiadado, Glazer muestra su lado cotidiano. Todo lo que sucedía de puertas para adentro en su casa, que de forma turbadora, se encontraba colindante con Auschwitz.
Su mujer, una nazi ejemplar, sus niños, su suegra, sus sirvientas-esclavas judías. Una vida totalmente anodina en torno a un jardín precioso y cuidado. Una vida acomodada, el sueño del nazi medio. Pero ay! lo que se escucha durante toda la película de fondo. Ecos del mal absoluto, desdibujados, bosquejos del horror que se convirtieron en la cotidianeidad de la familia Höss. Gritos, perros, disparos, el constante drone de los hornos crematorios. Nada se muestra, todo se intuye.
El sonido es la clave que estructura la película, que contextualiza la vida pequeñoburguesa de esta familia aparentemente normal. Comienza la película con una de las introducciones más maravillosas que he visto nunca. Un loop de sonidos sintéticos, un poco como Popol Vuh en la escena inicial de Aguirre de Herzog, se repite sobre la pantalla en negro... pero poco a poco el pitch va bajando, sutil pero inexorablemente. Esa larga intro coge tu cerebro y lo lleva a las profundidades, a la oscuridad. Un efecto sutil y turbador. Puro arte. Y a partir de ahí, el horror soterrado. ¿Cómo podía vivir esa familia una vida aparentemente normal oyendo esos sonidos?
Las fotografía es increíble, llena de colores vivos, de días soleados, de flores exhuberantes. El color de la casa, la luminosidad de todo el film casi podría ser propio de una película veraniega. Tan lejos de las aproximaciones al nazismo, donde el cielo siempre es gris, la vida es gris, los uniformes son grises, todo es gris. No en la zona de Interés, no en la vida de los Höss, que por fin habían logrado alcanzar "una vida de ensueño".
No hay moralina en esta película. No hay diálogos patéticos (de hecho hablan rematadamente poco). Toda referencia al holocausto se realiza fuera de la casa y de forma desapasionada, eufemística, con dobles entendidos. Tal y como el régimen nazi quería que fuera. Practicar el genocidio a escala industrial pero sin grandes emociones.
Höss aparentemente era un padre encantador, o al menos eso decía su hija en una entrevista. También era un eficiente gestor, peinado y uniforme impoluto. Va ascendiendo en los rangos nazis por su efectividad y por buscar las soluciones más avanzadas para los hornos crematorios (excelente la reunión de un ingeniero que le propone construir un horno crematorio doble que puede doblar los turnos mientras uno se vacía. Un encuentro de gentlemen).
Pero dentro de esa vida tranquila. de alemanes de bien, se colaban inexorablemente el hedor de la muerte, el humo de los hornos que se ven sobre el cielo azul, la ceniza que usan para fertilizar los rosales, las esclavas judías, los huesos que se encuentran en el río local...
Si Claude Lanzmann, Primo Levi o el propio Jorge Semprún ya lo dejaron claro, todo el mundo alrededor de los campos sabía lo que sucedía dentro y estaban perfectamente de acuerdo... lo de los Höss es la sublimación de esta hipocresía genocida. Mientras mis rosas y mis niños crezcan sanos, poco me importa lo que sucede ahí. Ni lo se, ni me importa.
Es el triunfo de la película, representar de manera sobresaliente esta dicotomía terrorífica, esta capacidad humana de disociar y justificar cualquier cosa espantosa.
El final de la película es simplemente magnífico y aterrador. No lo cuento por si no la habéis visto. De nuevo, arte al más alto nivel.
Qué decir. Una obra maestra, una película donde toda la interpretación se deja al espectador, que trata temas donde se cae inexorablemente en el maniqueismo de buenos y malos. Visualmente y sonoramente impactante, actores redondos, producción de alto nivel. Se llevó un montón de premios, incluyendo el oscar, pero el premio más importante es que le damos un
9,5 HDLGP de oro
Se puede ver en MAX