otra homilia hoy
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Tenemos una inflación que está siendo dada 'ad libitum' por las autoridades monetarias, de lo que se aprovechan algunos que tienen 'poder de fijación de precios' para desplumarte descaradamente mientras te piden que lloriquees por 'cuánto ha subido todo' y disimules que tus vísceras se regodean con esta legitimación sobrevenida de la sobrevaloración de tus ladrillos de mierda.
No se crean el bulo de que esta inflación rara es de etiología monetaria y muy anterior a la pandemia de cóvid o a la operación militar especial intraeslava, solo que estaba durmiente por causa de la narcotización perpetrada por estúpidos funcionarios públicos politizados que, con sus señales falsas, habrían impedido durante demasiados años que las 'pobreticas' oferta y demanda se encontraran justamente. Es decir, no dejen que el pensamiento mágico (Economía 'reiki' de manos invisibles) se apodere de sus cerebros.
Esta inflación no era durmiente. Simplemente, no era.
Crean o no en la nada bella durmiente, no caigan en el error de creer que romperla —doblegarla— está en la agenda de las autoridades. Las autoridades no van a por la inflación. Van a por la (mal) llamada 'inflación de activos', es decir, la sobrevaloración de inmuebles y Bolsa.
La inflación —alza generalizada de precios— lleva rota desde hace al menos dos décadas. Y sigue estándolo. Que parezca que la hay y en sorprendentes dosis de caballo —que en perspectiva histórica no lo son tanto— es lo que la hace rara; aunque para los estructuraltransicionistas, no hay nada raro en ello: es el mejor espantajo para justificar el 'reset' popularcapitralista, en Bolsa, pero sobre todo en inmuebles, y asegurar un buen trance final hacia el nuevo modelo de dinero fortísimo.
Dadas las circunstancias, que se publicite la inflación rota-rara diciendo que donde más se nota es en los servicios (bienes no comerciables) es un circunloquio para decir que se va a combatir la hipotética inflación actuando sobre los precios inmobiliarios.
Estamos ante un nuevo instrumento creativo de la política económica: aprovechar los propios poliedros imposibles que se amontonan en las cabezotas de los jugadores popularcapitalistas para hacerles pasar más fácilmente el mal trago de la vasta corrección valorativa inmobiliaria y la recesión sanadora conjugada con el adiós definitivo al modelo popularcapitalista gripado.
He aquí la sencilla prueba de lo que decimos (pregúntense por la divergencia de las últimas semanas y, sobre todo, por la diferencia de niveles entre los dos gráficos):
El 'Turning Point' del modelito popularcapitalista de los 1980 fue en otoño de 2006. El espinoso trabajo que tocaba a continuación está hecho y ahora, por fin, estamos a las puertas (2025) del vuelo en solitario del nuevo modelo de sustitución. No es de extrañar que psiquiatras y psicólogos no den abasto.
Sabemos muchas cosas del nuevo modelo. Sus dos características principales son:
— la estabilidad general de precios y rentas, cuyas tasas de variación serán ínfimas, y
— la planificación central.
En el periodo anterior al Turning Point 2006, el entonces Presidente de la Reserva Federal, Greenspan, utilizó socarronamente la palabra 'connundrum' (enigma) para hacer ver que, por mucho que la Fed moviera al alza o a la baja el tipo de interés de intervención, el nivel de tipos de interés a medio y largo plazo realmente existente en la economía no se inmutaba. Era una forma elíptica y prudente de proclamar que no había expectativas de inflación 'no desinflacionable' —no confundir con subyacente—. Téngase en cuenta que la cuestión del iceberg deflacionario llevaba (y lleva) varios lustros estando en el centro del debate porque, siendo una evidencia (salarios, pensiones y rentas financieras), sin embargo, los agentes tomaban (y toman) decisiones como si no existiera (Bolsa e inmuebles) y, por tanto, como si la estabilidad de precios y rentas fuera transitoria, 'transitoriedad definitiva que hay que aprender a amar mientras pasa la vida', que diría una amiga nuestra brasileña (vid. Esperando a Godot, de Beckett).
Ahora, en este histórico 2022 de toma de conciencia del teatrillo absurdo que nos propone el tardopopularcapitalismo —con sus hécates recauchutadas al mando, vid. Madrid—, volvemos a la carga, solo que ya no hace falta parapetarse en eufemismos. Lo hacemos pisando fuerte porque, por fin, tenemos a la banca convencional libre del secuestro de los usureros inmobiliarios.
La inflación que padecemos hoy es rara y también desvergonzada. Hay una confrontación en cuanto a qué hay que calificar de transitorio. Las autoridades dicen que lo transitorio es la inflación misma, razón por la que es rara —no olvidemos que el dato lo elaboran ellas—. Los sinvergüenzas, que lo transitorio fue la no-inflación previa. Es una añagaza roñosa más de los perdedores. Las autoridades no argumentan nada porque no conviene —afectaría a la eficacia de la nueva política económica de explotación de la geometría mental contrahecha de los perdedores— y hacen como que administran la estabilidad con un remedio homeopático de árnica: el toqueteo infinitesimal de tipos de interés ridículamente liliputienses. Pero también callan porque el asunto está superargumentadísimo desde los 1990, debate que se remonta al Club de Roma y los límites del crecimiento económico. Sin embargo, los sinvergüenzas, muy caraduras ellos, no explican —ni jamás lo harán— por qué la inflación habría estado tanto tiempo tan silente a pesar de:
— la presión empotrada por la burbuja inmobiliaria y
— la elefantiasis de la oferta monetaria posterior a su pinchazo, con
• tipos de interés incluso negativos,
• los bancos integrados de hecho en los bancos centrales y
• estos y aquellos comprando en masa títulos de deuda pública y privada.
'Nota bene': ¿Por qué los ganchos y gafes se rasgan las vestiduras porque el Estado recauda más gracias a la inflación? ¿No habían quedado en que el dinero se habría desvalorizado porque esta inflación ha venido para quedarse? Estaría por ver, por tanto, si el Estado recauda más en términos reales, es decir, descontada esa inflación que dicen tan categóricamente que azota a las masas y de la que urge protegerse —comprando ladrillos—. ¿No será que lo que buscan es justificación para que sigan subiendo discrecional y arbitrariamente los precios en una economía pervertida en la que el 99,9% de los contratos son 'de adhesión' —lentejas—?